Tuve ayer la oportunidad de asistir a la charla que dio en
Casa Patas el ganadero salmantino
Javier Sánchez-Arjona, que heredó de su familia ganado de encaste
coquilla (derivación de
Santa Coloma, con poca cara pero con casta a raudales) y del que aún mantiene unas sesenta vacas. Nos contó una anécdota que creo explica con claridad el cambio de tendencias y preferencias de las denominadas figuras.
Era el final de la década de los setenta. En una plaza de tercera categoría (no recuerdo el lugar) se programó una corrida de toros de esta vacada, con un cartel formado por Ruiz Miguel, Francisco Rivera
Paquirri y Julio Robles. Al decir del ganadero, la corrida, aunque toda muy encastada, tuvo tres toros "buenos" y tres "malos", de forma que a Ruiz Miguel le tocó uno de cada y al bueno le cortó una oreja. A Julio Robles le tocaron dos de los malos y estuvo aperreado con ellos. A
Paquirri le tocó el lote ideal, cortando una oreja a su primero y las dos y el rabo al otro. Al finalizar la corrida, el ganadero estaba eufórico y pensaba (iluso él) que sobre todo el de Barbate lo estaría aún más.

Pero, cuál no sería la sorpresa del ganadero, cuando unos días después le llama el alcalde de otro pequeño pueblo, donde tenía apalabrada otra corrida de
coquillas en la que uno de los espadas de la terna era de nuevo Francisco Rivera, comentándole que sintiéndolo mucho no podía comprarle la corrida porque...
Paquirri le había vetado, amenazando con no acudir si no se cambiaban los toros ya apalabrados. Y al ser entonces el torero una de las máximas figuras del momento, el alcalde le hizo comprender que si no le llevaba a la feria de su pueblo, la gente le organizaría
la de Dios.
Jesús Sánchez-Arjona no salía de su asombro. No se lo podía creer. Y aprovechando que Beca Belmonte, entonces apoderado de Rivera, asistió a una localidad próxima a Salamanca, pensó en hablar personalmente con él, pues estas cosas se arreglan mejor así que por teléfono y allá que se desplazó el ganadero. Le explicó a Beca su extrañeza por las palabras que el alcalde le había dicho, sobre todo tras el éxito que había conseguido su poderdante con los
coquillas sólo unos días antes. El apoderado le dijo que a pesar de ello todo era verdad. Y le explicó que, tras el éxito, la multitud llevó a hombros a
Paquirri hasta la furgoneta y una vez dentro, junto con toda la cuadrilla, lo primero que dijo fue: "¡Uf, ojú, es la última vez que toreo una de éstas...!"
El ganadero se fue aún más triste que antes de conversar con Beca. Y unos años después, exactamente en 1983, adquiriría un lote de reses de
Juan Pedro Domecq. Actualmente lleva por separado ambos encastes, aunque los
juanpedros duplican a los
coquillas en número y éstos últimos casi sólo se lidian en novilladas o festejos menores. Aunque, según nos confirmó, un
coquilla cuatreño suyo ya está contratado para
el concurso de ganaderías del 2006... en Vic-Fezensac (Francia). Curioso ¿no? Tenía que ser en el país vecino...
Y así fue. Y así se escribe la historia de la tauromaquia. Deberíamos reflexionar en el hecho de que si las figuras de aquellos años ya empezaban a buscar la comodidad, ¿dónde iba quedando la torería y los gestos de verdad? Y si
Paquirri, además, era de los que más se prodigaban en gestos e hizo eso, ¿qué no harían los demás? Todo lo que vemos ahora es simplemente consecuencia de lo anterior, corregido y aumentado...