
Esta mañana temprano pasé junto a la Monumental de Las Ventas y tuve la oportunidad de hacer las fotografías que acompañan a este texto. Junto al patio de caballos, en dirección a la Puerta Grande, se está levantando una estructura que, anclada al pavimento con tornillos de a puño, servirá, según dicen, para acoger vestuarios, sala de prensa y otras instalaciones necesarias para la celebración en el coso venteño de una de las
semifinales de la Copa Davis entre los equipos de España y Estados Unidos. Al otro lado de la plaza, junto al patio de arrastre, dicen que colocarán pistas de calentamiento, pero por ahora no hay operarios en esa zona.
Por lo visto hay que quedar bien, y no hay otro lugar para hacerlo que la Monumental de Las Ventas; no hay otro pavimento que destrozar y agujerear -ya veremos cómo queda después- que el de los alrededores de la plaza de Madrid.
A mí no me importa que se celebren eventos deportivos, artísticos o culturales en Las Ventas, pues siempre se ha hecho, desde veladas de boxeo hasta saltos de motocicletas, pasando por conciertos o ferias gastronómicas. Es lícito aprovechar el recinto para otros menesteres, pero siempre respetando las fechas previstas del uso para el que fue concebido el edificio: celebrar espectáculos taurinos. La Copa Davis ha pasado por encima de los toros merced a una decisión política que, probablemente, tiene que ver con la obtención de méritos para que se conceda a la Villa de Madrid la organización de los Juegos Olímpicos de 2016.
Pues bien, incluso aceptando "pulpo" como animal de compañía, lo que resulta evidente es que esas estructuras y lo que van a meter dentro valen un dineral. ¿No se podrían haber utilizado algunas de las zonas fuera de uso bajo los tendidos de la plaza para construir una sala de prensa decorosa que sustituya a la impresentable que hay en la actualidad? ¿No se podrían haber construido ahí esos vestuarios de los que carece el recinto? De esa manera, al menos, la Monumental venteña y sus propietarios, los contribuyentes de Madrid, sacaríamos algo a cambio de las molestias y los gastos que nos causa la celebración de los partidos de tenis. Tal y como lo han hecho, no nos comemos ni un colín.