Por hastío, hartos ya de repetir siempre lo mismo, no nos habíamos referido aquí antes a Don Bull (don Bull-Shit le llama un buen amigo mexicano) y a las pantomimas que pretende organizar regularmente en Las Vegas. Desde el principio se intuía que eso no podía funcionar por infinidad de razones, y visto el resultado económico del primero de los espectáculos,
estupendamente relatado por R. Pérez en ABC, dudamos de que en Las Vegas vaya a instaurarse una temporada regular, al menos con este planteamiento.
Más les vale a los taurinos profesionales cuidar la Fiesta que ellos mismos se están cargando en los países en los que está profundamente arraigada. Han intentado exportarla a todos los continentes, y en todos los sitios han fracasado a fuerza de desvirtuarla. Se han picado toros desde camellos, se ha rejoneado desde motocicletas, se han cometido todo tipo de tropelías y, por supuesto, siempre se han disminuido el trapío, la edad y la pujanza de las reses a
lidiar. Dinero fácil, pues siempre hay un incauto empresario local dispuesto a embarcarse en unas aventuras que parecen sacadas del
Lazarillo de Tormes. Luego, si te he visto no me acuerdo.
Después de ver como se ha desarrollado este asunto de Las Vegas, creo que a Don Bull se le puede llamar de todo menos listo, y a los taurinos profesionales se les puede llamar de todo menos tontos. Aunque más que listos yo llamaría a los taurinos listillos o espabilados, porque hay cosas con las que no conviene jugar so pena de que se vuelvan contra el verdadero negocio que les da de comer. No se puede jugar con la integridad del toro de lidia, ni con la del espectáculo; no se puede convertir la suerte de varas en un simulacro; no se debe sacrificar la tauromaquia, forjada durante siglos con la sangre y la vida de muchos, a un momento de presunta belleza plástica que, encima, no se consigue casi nunca. Las corridas de toros son algo más que un señor poniéndose bonito delante de un toro bobalicón y disminuido.
La Fiesta se acabará, sí, pero no por culpa de Don Bull, sino por la de los taurinos que pretenden, a la larga, hacer en todos los sitios lo mismo que en Las Vegas.